Tendemos a clasificar muchos de los conflictos familiares de Génesis bajo la rúbrica de la rivalidad entre los hermanos. El término se ha hecho una frase con la que nos sentimos cómodos, un paquete compacto que describe un fenómeno doloroso. Conjura un imágen de una batalla, no con armas, ni letal, sino más un ritual. Es un baile de toda la vida de caballeros medievales de gala o luchadores de sumo, dando vueltas alrededor del uno al otro, buscando debilidades, buscando honor y gloria. Este término elegante, sin embargo, disimula el problema doloroso del amor de los padres, lo cual es responsable directamente por la rivalidad.
Las luchas entre los hermanos en Génesis son luchas para el amor de sus padres. Como los árboles más pequeños en la selva tropical, donde un noventa y cinco por ciento de la luz solar puede estar bloqueado por las copas de los árboles, esos hermanos que se sienten desfavorecidos del calor y luz del amor de sus padres luchan para conseguir lo poco que puedan de ello, o se marchitan de agonía.
Caín y Abel pelearon por el amor de Dios. Ismael y Isaac no tuvieron conflicto perro Sarah no fue capaz de amar a Ismael, quien supuestamente fue su hijo. Creo que por esa razón Dios interviene y le dice a Abraham que se vaya Ismael. No lo hace para alienar al hijo sino para que se salve porque Dios sabe que Ismael sufrirá en un hogar donde lo rechazan y lo odian. Esau y Yaakov se hicieron peones en la lucha de sus padres para decidir quién será sucesor de ellos, con cada uno de ellos concedido con más amor de uno de sus padres. Yosef y sus hermanos… pues, ¿necesito decir más?
Hay una persona, sin embargo, que no contamos como hermano e hijo y la referimos como mujer, una adversaria además, Leah! La esposa de Yaakov. La primera mujer de Yaakov. La que no iba a ser la mujer de él. Leah, que se sentía odiada por su esposo y esperaba adquirir su amor por tener más hijos. Leah, que acusó a su hermana, Raquel, de robar el amor de su marido, aunque fue ella que la engañó del estatus de la primera mujer. Leah, que viene hacia Yaakov cuando regresa del campo y declara triunfalmente que es suya por la noche, y a cambio a las mandrágoras le da a Raquel.
Sí, nos enfocamos tanto en el papel y la vida de Leah como mujer contrariada y una madre fructífera que nos olvidamos de que ella también fue niña, en una etapa de su vida y que también competía por el amor de sus padres. Para entender la batalla mítica entre las hermanas, una que se refiere más tarde por Raquel con las palabras, “ 30:8 “, debemos hablar del asunto de la noche de boda más extraña en la Biblia. ¿Qué pasó en la boda de la ciudad de Haran en la noche de la boda de Yaakov y Raquel? ¿Cómo pudo Laban engañar a su yerno futuro a casarse con la mujer equivocada? La narrativa indica claramente una conexión a la decepción previa de Yaakov disfrazando como su hermano gemelo pero, cuando Isaac abrazaba, aun besaba al impostor, Yaakov tuvo el contacto más íntimo con una mujer que fingía ser el amor de su vida, una mujer por quien trabajó siete años. ¿Cómo no pudo ver Yaakov que era Leah y no Raquel?
Como niños, nos dieron una respuesta midráshica: Raquel sabía que una decepción es inevitable y creó un código entre ella y Yaakov para confirmar su identidad. Como se acercó la boda y se hizo claro que su padre iba a presentar a Leah como la novia, se sentía por su hermana y le dio el código secreto. No solo eso, es escondió debajo de la cama y habló por Leah. Viendo esta Midrash con un ojo crítico, entendemos que probablemente fue imposible mentir debajo de las camas de esa época y que la mayoría de los hombres habían sabido si las palabras de amor susurradas al oído vinieron debajo de la cama; esta historia no tiene punto de apoyo lógico ni textual. Espero que se nos pase este tipo de interpretación y encontrar la solución en el paralelismo entre el cuento y el de Yaakov y Esav.
Debido al hecho de que la decepción de Yaakov por Laban es una retaliación por la decepción de Isaac por Yaakov, tendría sentido asumir que como la pareja previa de hermanos, Raquel y Leah eran gemelos. No solo eso, eran gemelos idénticos, dos gemelos idénticos hermosos. La única diferencia podía ser atribuida a la enfermedad de niña que le dejó con visión discapacitada y daño físico a los ojos que se notó desde una distancia corta. Fue difícil imaginarse que el sufrimiento de Leah crecer en la sombra de la belleza de su hermana gemela. Leah no solo no fue bonita pero también fue comparada a la belleza perfecta al lado suyo. Raquel fue “la bonita” mientras Leah fue “la que tiene los ojos dañados”. Cuando la gente que las conoció por primera vez les acercó dejaba atónito, desde lejos, por la belleza de ellas, pero cuando Leah se acercó, la gente reculó, y les fue difícil mirarle a los ojos y abrir una ventana a su alma.
¡Si por lo menos sus padres le mostraron un poco de amor! ¡Pero no! Leah fue para ellos un valor tóxico. Sabían que ella tenía poco chance para encontrar un marido bueno y más que eso, temían que arruinara los chances de Raquel también. Es por eso que Raquel, la gemela más joven, fue mandada al pozo con los rebaños. El pozo era donde las personas pudieron conocer a los novios y comprometerse y la presencia de una niña como Leah había arruinado la reputación de la familia. No es extraño que Leah se hizo menos confiada y tenía autoestima baja porque no les importaba ella a sus propios padres y porque fue rechazada por la sociedad por ser diferente.
Cómo podemos entender la disposición de Leah para seguir el juego de su padre para casarse con Yaakov. Desde un punto de vista práctico el plan fue sin defecto. La gemela idéntica con los ojos blandos baila toda la noche bajo un velo y en la oscuridad de su cuarto privado, Yaakov no puede ver los ojos que delatan a la identidad de Leah. Pero pensemos del escenario desde un punto de vista emocional. ¿Cuán desesperada estuvo Leah para casarse? ¿Se imaginó, aun por un momento que cuando Yaakov se dio cuenta que no fue Raquel iba a decir, “Bueno, pues, entonces no hay problema, me conseguí una mujer razonablemente bonita en vez de la que quería? Cuán miserable se sentía siempre empujada hacia el rincón, siempre tenía que esconder sus “ojos feos”, pensando que iba a estar sola toda la vida. Estaba de acuerdo con la propuesta de su padre no porque lo amaba y lo respetaba sino que lo odiaba con una pasión y porque vio una manera de salir de su pena. Estaba dispuesta a pagar el precio si darse cuenta cuán difícil el precio iba a ser.
Intenta visualizar la escena que pasó en la mañana después de la boda: el marido amable está de pie a la puerta, llevando una bandeja, ‘Buenos días, cariño,” dice cariñosamente, “el desayuno está listo.” Al despertarse ella lo ve y con los ojos con sueño, puede ver la bandeja, en cámara lenta, se cae hacia el piso. El barro se destroza, la comida salpica, y Yaakov se queda sin palabras, su cara congelada en una expresión de shock y incredulidad. Levanta su voz y grita, “siete años, siete años enteros que he trabajado para que me casara con Raquel! Trabajé día y noche, en el calor del verano y el frío del invierno, soñando con el día en el que me la abrace! Por qué Leah? Por qué? Sale furioso de la habitación, cierra de un golpe la puerta y se queda Leah, llorando solita, se siente sin esperanza y avergonzada, repitiendo su mantra “No tenía elección.”
Ehud Manor, un poeta israelí sensible y prolífica, tal vez fue el único que entendió la pena de Leah. Su canción, “Te amo, Leah” imagina un mundo donde Yaakov entienda y la ame a Leah. Empieza con estas palabras:
Nunca me olvidaré de esa mañana
Escondiste la cara en la almohada
La luz del sol descansa en la carpa
Mi cabeza con mucho vino
En tu oído murmullo su nombre
Me tomas la mano en tu mano fría
Y una lágrima hirviendo
Se cayó en mi palma…
Desafortunadamente, esto no es lo que pasó en ese hogar tumultuoso. Las relaciones siempre se quedaron torcidas entre las dos hermanas, sus criadas que se hicieron vientres de alquiler, sus hijos, y por supuesto Yaakov. Después de que se murió Raquel, Yaakov enfocó intensamente en Yosef y privó a los otros hijos de su amor paterno y atención. Desde entonces, por miles de años, las guerras civiles y religiosas, las expulsiones y los exilios le ha plagado al pueblo judío. Muchos de ellos resultan de la división dolorosa entre los hijos de Leah y los hijos de Raquel, el resultado de la inhabilidad de un padre de amar a su hija diferente.
Lo que los hijos necesitan más es el amor de sus padres, un amor sin condiciones. No un amor que permite irresponsabilidad y descuido sino un amor que acepta a cada hijo tal como es, sin tratar de hacerlos una réplica del padre, cumplir con un sueño que el padre no podía hacer o conseguir una meta que los padres consideran importante sin escuchar de los deseos del hijo. Los abogados, los médicos y los hombres de negocio quieren que sus hijos sigan en sus pasos y piensan que el arte y la música son búsquedas frívolas, mientras los artistas y músicos quieren que sus hijos sean como ellos y no hacer un trabajo que no promueve la creatividad según ellos. Tenemos que entender que cada hijo es especial en su manera y nadie quiere ser exactamente como sus padres. Si los padres lo encuentran difícil amar a un hijo que tiene metas diferentes y ambiciones distintas, imagínese cuán doloroso es para un hijo ser diferente socialmente, mentalmente o físicamente y sentirse como que sus padres están avergonzados y tal vez quieran disociar de él.
Ame a su hijo, sin condiciones. Ame a Leah! Ame al “otro” hijo, el que no es exactamente lo que se esperaba o planeaba, el que es diferente de usted y de los demás.
Recuerde que ciertos atributos, habilidades o rasgos de personalidad que tal vez nunca cambien pero el poder de amor de verdad de un padre, el amor que se recibe con goza y facilidad pero por alguna razón es tan difícil de dar, puede hacer la diferencia en la vida de un hijo.
Leah nos hubiera dicho la misma cosa, solo si hubiéramos preguntado.